jueves, 29 de diciembre de 2016

Luces, sombras.

Te ilumina.
Te amarga.
Y sin embargo ambos forman parte de ti.
Porque lo permites.
Porque no concibes tu vida sin los dos extremos. Porque, inconscientemente, necesitas a las dos partes para encontrar tu "yo". Los dos tipos de personas (sí, dos) que le dan sentido, o bien se lo quitan, a tu experiencia diaria.
Son el equilibrio.
Y tú la balanza.

Dicen que es mejor rodearse de lo positivo, lo que te transmite energía y la vive contigo. Pero debe existir algo (algo, no alguien, porque no debes considerar a quien no te permite ser tú) que esté ligado igualmente a ti, de lo que no puedas deshacerte.
Ese algo te permite madurar todas y cada una de las decisiones que conforman tu día a día. Por ese algo has aprendido, has afrontado, has pensado.
Has avanzado.
Y te has preguntado, ¿por qué?
Porque no es bueno vivir en una nube.
Donde siempre estamos.

Para todo hay una primera vez.
Y ha llegado.
El proceso se cocina a fuego lento. Tan lento que puede haber durado años, y durará.
O no.
Debes entender que hay un momento. Corrijo, tú no lo entiendes. Tu "yo" es quien lo entiende. Entiende que no te vas a dejar llevar. Entiende que ya no vas a soportar. Entiende que si lo has hecho es porque no estabas preparado. Entiende que es mejor arrancar de raíz una mala hierba. Entiende que si tú no lo permites, nadie te va a sobrepasar. Entiende, al fin y al cabo, que ha madurado.
Entiende.
Una llama que eclipsa a la penumbra.
Un faro que destaca en la noche.
Una luz que ilumina en la sombra.
Son luces, sombras.
Luces.
Sombras.