domingo, 2 de abril de 2017

Donde fuiste el mejor.

Sábado.
18:00 h.
Cuando la tenue luz de primavera se deja vencer sobre el río.
Pero no tú.
Aquella tarde de fútbol para un chaval de 15 años quedaría grabada en su retina mucho más de lo que él creía. La verdad es que fue el mejor partido que me recuerdo. No es para menos, no siempre un padre al que quizá ver a su hijo jugar no le entusiasmaba, aunque siempre me acompañase, te acaba diciendo "vaya partidazo chaval, estabas en todas partes". Incluso gente que por allí rondaba y no era muy dada a hablarme.
La tarde había sido perfecta.
Aunque perdiésemos.
Y por ahí anda el asunto.

No escribo a la 1:20 de la mañana, naturalmente, para hablar de un simple partido de fútbol sin más relevancia. Quiero hacerlo de lo que para mí aquella tarde supuso. Porque que te metan 2 en los 10 primeros minutos te deja tocado, mucho.
Y entonces despiertas.
Más bien, algo despierta en ti. Se puede describir como una mezcla equilibrada entre las ganas de no acabar haciendo el ridículo de tu vida y las de remontar la situación cuanto antes. La presión puede contigo, y sin embargo va a sacar lo mejor de ti. Comienzas a correr, asumes los galones (aunque, por el tiempo que llevas ahí, no los tengas) y siempre la pides. Da igual si lo haces bien o no, quieres ayudar a los 10 que están contigo y el que tienes enfrente, por tus cojones, no va a superarte.
Estás ardiendo.
En tus ojos hay fuego.
Y nadie va a apagarlo.
Eres tú en estado puro.

Con todo esto, vengo a hacer referencia a nuestra capacidad como seres para hacer frente a todo lo que se nos oponga. Nunca está mal echar la vista atrás y recordar cuando pudiste con algo que creías acabaría contigo. En el fondo, somos capaces de luchar con lo que sea si así nos lo proponemos.
Quizá sí que exista lo invencible.
Quizá seas tú.
En aquel partido, como en la vida, lo mejor de mí quiso salir. Y yo no se lo impedí. Si eres consciente de una situación que te afecta, la arreglas. O haces lo imposible por ello. Y hacer lo imposible es mucho decir. A veces ni con eso basta para obtener lo que deseas. Simplemente, has llegado a tu límite.
Es suficiente.

Porque no todo depende de nosotros. Pero, tras ese esfuerzo, va a haber algo que algo que perdurará en ti por mucho tiempo: el orgullo. Ocurre como en nuestra vida diaria: vas a dar lo mejor que tengas por conservar aquello que más quieres, en absolutamente todos los ámbitos, pero va a haber una componente que nunca va a ser cosa tuya. Algo que no puedes controlar.
En el partido, era todo lo que no fueses tú.
En tu vida, es la otra parte.
La otra persona.
No podemos tratar de contentar a todo el mundo. Cada cual decide si continuar contigo o no. Al fin y al cabo, podemos llegar a cansar a quien sea. Porque puede decidir que hay alguien mejor que tú. O quizá no te habrán considerado desde un principio, no habrás sido suficiente. Lo que nunca deberá pasear por tu conciencia es el remordimiento por no haber dado lo mejor que tenías. Por haber evitado todas las malas situaciones posibles, sabiendo que te han dicho algo que te duele y sonriendo a pesar de ello. Por haber usado todas tus armas. Por haber llegado a sentir ese éxtasis de saber que te has entregado a fondo. Por saber que no te queda más que dar, y aún así lo das. Por, al fin y al cabo, alcanzar la calma que te produce saber que, si algo va mal, no precisamente habrá sido cosa tuya, ya que te has vaciado.
Y si ha sido así, y algo va mal, siempre habrá un lugar de ti donde esconderte.
Donde eres fuerte.
Tu refugio.
Tu partido.
Aquél en el que fuiste el mejor.

viernes, 27 de enero de 2017

Túmbate.

Como más cómodo te encuentres tú.
Van a ser 10 minutos.
Solo te pido que cierres los ojos.
Vas a desvanecerte.
Desconecta un poco de este día.
Lo necesitas.
Mientras lo hagas, escucha lo que te he dejado aquí debajo.
Te prometo que no te vas a arrepentir.

jueves, 29 de diciembre de 2016

Luces, sombras.

Te ilumina.
Te amarga.
Y sin embargo ambos forman parte de ti.
Porque lo permites.
Porque no concibes tu vida sin los dos extremos. Porque, inconscientemente, necesitas a las dos partes para encontrar tu "yo". Los dos tipos de personas (sí, dos) que le dan sentido, o bien se lo quitan, a tu experiencia diaria.
Son el equilibrio.
Y tú la balanza.

Dicen que es mejor rodearse de lo positivo, lo que te transmite energía y la vive contigo. Pero debe existir algo (algo, no alguien, porque no debes considerar a quien no te permite ser tú) que esté ligado igualmente a ti, de lo que no puedas deshacerte.
Ese algo te permite madurar todas y cada una de las decisiones que conforman tu día a día. Por ese algo has aprendido, has afrontado, has pensado.
Has avanzado.
Y te has preguntado, ¿por qué?
Porque no es bueno vivir en una nube.
Donde siempre estamos.

Para todo hay una primera vez.
Y ha llegado.
El proceso se cocina a fuego lento. Tan lento que puede haber durado años, y durará.
O no.
Debes entender que hay un momento. Corrijo, tú no lo entiendes. Tu "yo" es quien lo entiende. Entiende que no te vas a dejar llevar. Entiende que ya no vas a soportar. Entiende que si lo has hecho es porque no estabas preparado. Entiende que es mejor arrancar de raíz una mala hierba. Entiende que si tú no lo permites, nadie te va a sobrepasar. Entiende, al fin y al cabo, que ha madurado.
Entiende.
Una llama que eclipsa a la penumbra.
Un faro que destaca en la noche.
Una luz que ilumina en la sombra.
Son luces, sombras.
Luces.
Sombras.

sábado, 17 de mayo de 2014

Respiremos.

Cierra tus ojos y contempla.
1,2,3.
Ahora ábrelos. Lo que ves es tuyo. No es precisamente lo que te rodea. En parte sí, te rodea, pero no en este momento. Te ha envuelto en el momento en el que has decidido escapar a la realidad.
En el momento en que has respirado.
Y si has pensado en ello, es porque en parte te importa, o te preocupa. El caso es que está en tu vida, y parece ser que por bastante tiempo, o no habría ocupado uno de los pocos momentos en los que te abandonas. Porque ese parece ser uno de los problemas que la sociedad deberá afrontar como todo esto continúe en esta dirección. La capacidad de ''abandonarse'' es algo perdido, al menos, a día de hoy.
Y es necesario encontrarla.

Paradójico, ¿verdad?. Buscar algo que hemos tenido y que ahora no encontramos. Es algo que nos ocurre tan a menudo y que en aquellos momentos ocupa todos nuestros sentidos, nuestra capacidad como humanos.
Y lo hacemos.
Si ponemos tanto empeño en buscar algo y en la mayoría de los casos lo conseguimos, ¿cuál es el problema de ''la gente'' de hoy?. La pregunta que yo me hago (e imagino que algunos/as también) es dónde está el rumbo. Porque lo hemos perdido. Peticiones sin fundamento, capacidad de manifestación sin efecto alguno, pero eh, que al menos nuestra situación mejora.

Y ese es uno de los problemas en 2014. Constantemente envueltos en la rutina de la vida, no parecemos dar importancia a todo aquello que ocurre a nuestro alrededor.
Y la tiene.
Mucha.
Incluso los medios de comunicación tratan de alertarnos como pueden, en la estricta censura invisible a la que están sometidos. Pero la televisión, por ejemplo, pasa inadvertida a nuestros ojos: ''Mueren 200 mineros en una mina de Turquía'' y alguno/a habrá acabado pensando: ''Como yo no soy minero...'' Y ahí queda, en el ovido.
Y ellos han conseguido lo que quieren.
Publicidad para ''los de arriba''. Ahora van a defender que lo que ha ocurrido es una catástrofe, que vaya mierda de gobierno el de allí, que aquí esas cosas no ocurren. Pero queridos amigos, lo de aquí es peor. Será necesario que volvamos a recordar hechos como los del 11-M para que, como en aquella ocasión, alguien tome conciencia.
Alguien que se abandonará.
Mientras tanto, respiremos.

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miércoles, 24 de julio de 2013

Sobre dos ruedas.

Sobre dos ruedas pueden pasar muchas cosas.
Pero a veces lo hacen a través de tu cabeza, de tus pensamientos.
Quizá sea un simple medio de transporte. Otros (en cuyo grupo me incluyo) la usan como utensilio para forzar su cuerpo, para conocerse perfectamente a sí mismos, sus límites, sus miedos, e incluso para conocer todo aquello de lo que son capaces sobre ella. Esto pasa diariamente por la mente de muchas personas, las cuáles quieren saber de qué pasta están hechos.
Porque todo lo que haces en ese momento depende de ti.
Y puede salir mal.

Todos tus sentidos están activados entonces. A alta velocidad, no eres consciente ni de lo que haces. Son instantes de un desahogo completo que, si bien permiten activarte en muchos de los aspectos que a tu cuerpo se refieren, dejan un vacío imposible de alcanzar en semejante situación.
La capacidad para reflexionar.
Cuando aflojas.

Llega un momento en el que tu cuerpo, el mismo que te ha llevado a experimentar diferentes sabores, equivalentes a las situaciones que has atravesado, te invita a parar.
Porque no estás preparado.
Y ahí sí que ves todo lo que pasa a tu alrededor.
Generalmente, vienen multitud de recuerdos a tu cabeza. Después de un largo sufrir, éstos atacan cada una de tus neuronas cual bomba que explota en medio de una civilizacion. Son esas situaciones futuras o ya pasadas, que han perdurado en el tiempo dentro de ti.
Y que lo seguirán haciendo.

Miras un poco atrás, eres capaz de transportarte. Te das cuenta de lo que tu vida ha cambiado en cuestión de semanas, de lo diferente que es todo ahora. Amistades, estudios, tecnologías, ropa, e incluso los amores... en todos estos ámbitos hay algo que es nuevo.
Y que no sé si estoy preparado para afrontar.

Si algo queda claro, es que cuando bajas el ritmo, todas estas cosas te invaden. Y si lo hacen, es porque son importantes, o al menos representan una parte de ti.
Pese a todo, retomas la marcha, y la velocidad vuelve a subir, haciendo que lo que se ha mencionado pase a ocupar un segundo plano.
En el que probablemente permanecerán mucho tiempo.
Y aunque no lo sepas, esas cosas volverán a aparecer algún día...
Cuando vayas sobre dos ruedas.

jueves, 30 de mayo de 2013

Me muevo por instintos.

Desde siempre.
Lo he comprobado.
Y viene siendo una constante habitual en mi vida. Cada vez que me he tenido que enfrentar a una situación difícil, he recurrido a lo primero que mi mente ha considerado ''arriesgado''. No sé si en esas ocasiones, en las que el cuerpo me pedía arriesgar, disfrutar, ganar, habré hecho alguna vez lo correcto.
Porque eso es algo que nunca se sabe.

La gente suele decir que en una situación comprometida, una como tantas, en las que te encuentras entre lo mejor o lo peor, cabe dejar espacio a la recapacitación y sobre todo no precipitarse, puesto que una decisión tomada en vano podría llevarte a algo que no deseas.
Es todo o nada.
Sin embargo, esa decisión espontánea, la que tomas por medio de un instinto más bien propio de los animales, a los cuáles nos asemejamos en tantas cosas, nunca resulta haber sido mala. Se suele decir que la vida es aquello que pasa mientras piensas cómo vivirla, y hay una manera correcta de hacerlo.
Arriesgando.
Porque la vida es hoy, es mañana.
Y el que no arriesga no gana.

Y es ahora, cuando frente a una pantalla, con la suave brisa que entra por mi ventana, cuando me paro a pensar. Recuerdo tantos momentos, tantas decisiones, situaciones en las que me he encontrado presionado por el mundo, en las que tenía que actuar.
Y lo hice.
Todo acabó de una forma o de otra, y en repetidas ocasiones me he arrepentido de no haber vivido un momento de otra manera.
De no poder parar el tiempo, para cambiar un segundo de mi vida.

La verdad es que todo podría haber sido diferente pero, ¿sabéis qué? me gusta cómo salieron las cosas. Ese instante de adrenalina en el que todo me daba igual, porque sabía que iba a ocurrir algo, fuera lo que fuese.
Hoy en día, hay tiempo para todo. Muchos de vosotros, al igual que yo, os enfrentaréis a todo tipo de ''problemas'' en los que pensaréis de una forma impropia en vosotros. Pero es eso lo que os caracteriza como personas.
Son esos pequeños momentos.
Instantes en los que vuestra vida pasará como un rayo que atraviesa la tierra en milésimas de segundo.
Instintos.
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sábado, 25 de mayo de 2013

Reflexión de una noche de mayo.

Frío.
Calor.
Una curiosa mezcla palpable a cualquiera de nuestros sentidos.
Y sí, aquí me encuentro yo, sin nada mejor que hacer que escribir unas pocas líneas, quizá por la falta de recursos para entretenerme en las últimas horas del día. También puede ser que, por este tiempo tan intrépido, que cambia al son de las horas, me encuentre yo sentado frente a la pantalla de mi ordenador. Y tal vez sea esta la causa de mi desdicha.
Porque no lo sé ni yo.

El caso es que aquí estoy. Y esta noche de sábado constituye el final de mi particular semana. Al ritmo de unos versos de una bella melodía, trato de inspirarme para escribir. Y, queriendo hablar sobre tanto, me quedo en nada.
Porque nada es lo que tengo.
Una semana como ésta empieza con un sonido punzante, el de mi despertador. Entre risas, sonrisas, alegrías y gritos veo cómo pasan los días, siempre tan monótonos. A veces eres partícipe en todas estas situaciones, siendo un centro de atención destacado, sintiéndote grande. En otros momentos, prefieres apartarte, levemente, porque lo que oyes no va contigo, o no te llama la atención.
Prefieres el silencio.

Recorro pasillos, largos caminos, siempre los mismos, todos los días. Miradas que se cruzan, con tanta gente, y son miradas de formas muy diferentes. Las hay de complicidad, de curiosidad, de felicidad, o miradas cargadas de tensión.
Y son estas últimas las que más se repiten.
Sobre todo cuando la ves.
La suya es una mirada diferente, cargada de dulzura, capaz de cautivar a todo aquél que en ella quede atrapado. Y tal vez en un caso semejante me encuentre yo. Pero siempre existe el mismo problema, el de no saber qué es lo que quiere decirte ella, cuál es su mensaje.
Si lo debo interpretar, o no.

Llega el final de la semana escolar, que al mismo tiempo es el comienzo de tu tiempo libre, de tu libertad. Se puede aprovechar de diferentes maneras, descansando, saliendo, o simplemente lanzándote a la aventura a bordo de una bicicleta.
De fiesta.
Como la de este viernes.
Jóvenes cargados de ilusiones, preparados para todo, para lo máximo. Lo doy todo, terminando agotado. Puede que con una sensación de querer más, mucho más.

Así es como llegas a la noche de un sábado, el último del mes, y te da por pensar sobre todo. Siento nostalgia por tantas cosas, al ver fotos, mensajes, o los modernos ''tweets'' de la gente. Y no lo saben, pero hay tantos momentos que me gustaría repetir, que a veces consiguen deprimirme entre todos. Y al pensar sobre la semana que ha transcurrido, me replanteo si debería permitir que todo siga como es ahora.
Porque hay tantas cosas que me gustaría cambiar.
Y estoy decidido a intentarlo.
Buenas noches.